Los lunes en el mundo del golf suelen ser para los vencedores, para aquellos goflistas que tras cuatro intensos días de torneo han sido capaces de conseguir la puntuación más baja. Por desgracia la gloria suele durar poco, como máximo un par o tres de días hasta que se enciende la maquinaria del siguiente torneo, entonces, todos los focos vuelven a estar puestos en quien se adjudicará la copa.
Este lunes, lamentablemente, el protagonista del mundo del golf es otro. Y no precisamente el que ha ganado, todo lo contrario.
El golfista Norirlandés Rory McIlroy es el centro de todas las críticas después de dejar escapar el trofeo en Dubai, dejando su nivel de juego aparte, Rory se hundió terriblemente en la jornada decisiva, perdiendo el liderato y cayendo hasta la sexta posición.
Lo que le provocó un ataque de ira.
No hay nada de malo en ello, es más, lo puedo entender pefectamente. A todos nos ha pasado, estás jugando bien, te lías en los últimos hoyos y mandas al traste la vuelta que llevabas trabajándote tantos hoyos. En este caso, Mc Ilroy deja escapar un trofeo y una morterada de dinero, lo que hace más comprensible (si cabe) la frustración.
El problema viene cuando no sabes gestionarla y acabas partiéndote el polo en una especie de imitación barata de Hulk.
Esa no es la imagen que queremos ver ni es el ejemplo que debe dar un golfista de su talla. No es la primera acción de este tipo que le vemos, ya fue muy comentado su lanzamiento de hierro 3 al lago tras un mal golpe y demás excentricidades. Pero considero que esta es quizá la más sonada y la que en peor lugar le deja.
Esa es la magia del golf.
Hasta los mejores jugadores del mundo son víctima de las mismas situaciones y sentimientos que cualquier otro golfista, independientemente de su nivel. Son situaciones que todos vivimos en el recorrido, pero, como siempre digo, tus golpes y resultados no te definen como golfista, tu comportamiento o como los afrontas sí.
Precisamente los golfistas del Tour deberían ser siempre un ejemplo para el espectador, en especial para los jóvenes golfistas que los observan como un referente.
Pero la magia del golf no acaba ahí.
Ayer, navegando ociosamente por las redes sociales, descubrí unas imágenes esperanzadoras y que me dibujaron una sonrisa en la boca que todavía me dura a estas horas.
Tiger Woods ha vuelto a empuñar un palo de golf y, no solo eso, ya se le ha visto realizando pequeños golpes, con un swing muy suave, rítmico, lento. Pero, amigos golfistas este es solo el principio.
Estoy convencido que Tiger protagonizará (de nuevo) una vuelta al máximo nivel del golf, compitiendo en los grandes tours profesionales. Ya lo ha hecho una vez y, pienso que pese a que “parezca que tiene pocas opciones” todavía tiene entre ceja y ceja superar el record de Major Championships de Jack Nicklaus para convertirse “de manera oficial” en el mejor golfista de la historia.
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